La improbable asociación entre el expresidente Donald Trump y el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, se ha convertido en una fuerza importante en las relaciones internacionales y la política tecnológica. En una cumbre reciente en Corea del Sur, Trump hizo una pausa en su discurso para preguntar sobre Huang, calificándolo de “tipo increíble” y especulando sobre su presencia en el evento.
Huang correspondió al sentimiento y elogió a la administración de Trump por la desregulación que impulsó la inversión en inteligencia artificial, afirmando que el expresidente había “cambiado completamente el juego”. Luego aceleró los planes de viaje para unirse a Trump en Corea del Sur, destacando una creciente relación entre las dos figuras.
El auge de Nvidia y el reconocimiento de Trump
Nvidia, un actor dominante en la fabricación de chips de inteligencia artificial, ha estado entre las primeras empresas tecnológicas estadounidenses en cumplir con sus compromisos de devolver la producción a suelo estadounidense. Esta medida no ha pasado desapercibida para Trump, quien sigue de cerca el desempeño del mercado, en particular el ascenso de Nvidia como la empresa que cotiza en bolsa más valiosa del mundo.
El valor estratégico de los chips de Nvidia se extiende más allá de la capitalización de mercado. La tecnología de la empresa se ha convertido en una moneda de cambio clave para Estados Unidos en las negociaciones con países como Arabia Saudita, Gran Bretaña y China. En particular, el hardware de Nvidia incluso ha desempeñado un papel no revelado en los esfuerzos diplomáticos de la administración para mediar en conflictos entre naciones.
Implicaciones para la geopolítica y la política tecnológica
Esta alianza señala un cambio en la forma en que la tecnología se cruza con la dinámica del poder global. La relación Trump-Huang aprovecha el dominio del mercado y la importancia tecnológica de Nvidia para promover los intereses geopolíticos de Estados Unidos. Este emparejamiento refleja una tendencia más amplia de líderes tecnológicos que se alinean con figuras políticas para influir en las políticas y asegurar ventajas en un mundo que cambia rápidamente.
Los beneficios mutuos son claros: Nvidia obtiene condiciones regulatorias favorables y apoyo político, mientras que Trump aprovecha la influencia de Nvidia para fortalecer la influencia de Estados Unidos en el escenario internacional. Esta asociación plantea interrogantes sobre el futuro de la política tecnológica y el potencial de un mayor entrelazamiento entre los intereses corporativos y las agendas nacionales.
En conclusión, la alianza entre Trump y Huang no es solo un acuerdo comercial sino una alineación estratégica que remodela el panorama de la tecnología, la geopolítica y la influencia global.
















