Si bien el enfoque del presidente Donald Trump en los aranceles ha dominado los titulares desde su regreso al cargo en enero de 2025, el verdadero impacto de estas barreras comerciales está comenzando a llegar a los consumidores estadounidenses. Si bien Trump sostiene que los países extranjeros soportan la mayor parte de los costos arancelarios, la realidad es más compleja. En última instancia, la carga recae tanto sobre las empresas como sobre los consumidores estadounidenses.

Aunque los consumidores aún no han sentido toda la fuerza de los aranceles, ya están pagando un precio oculto. Según el Laboratorio de Presupuesto de la Universidad de Yale, el impuesto promedio sobre los importadores estadounidenses ha aumentado a casi el 18%, disparándose desde apenas el 2,4% en enero. La Escuela de Negocios de Harvard estima que los estadounidenses ahora están desembolsando aproximadamente un 5% más en bienes importados debido a estos aranceles.

Entonces, ¿cómo intentan las empresas estadounidenses proteger a los consumidores de este costo creciente?

Acumulación estratégica y absorción del golpe

Muchas empresas anticiparon la postura agresiva de Trump sobre los aranceles y almacenaron inventarios estratégicamente en el período previo a su implementación. Esta medida les permitió amortiguar temporalmente el impacto, retrasando los aumentos de precios para los consumidores mientras esperaban una rápida resolución de la guerra comercial.

John Lash, vicepresidente de estrategia de producto del grupo en e2open, una plataforma de software para la cadena de suministro, explica: “Desde el principio, las empresas preposicionaron inventarios para adelantarse a los aranceles y aislar a los consumidores con la esperanza de que la guerra comercial terminara antes de que se agotaran las existencias. Eso les dio cierta protección a corto plazo”. Sin embargo, a medida que estas reservas iniciales disminuyen, las empresas estadounidenses enfrentan un dilema apremiante: el aumento de los costos de los insumos sin una solución fácil.

Las opciones son complejas: trasladar el aumento de los costos arancelarios a los consumidores, lo que podría provocar shocks de precios y perjudicar la demanda; absorber ellos mismos los impuestos adicionales, arriesgándose a reducir los márgenes de beneficio; o presionar a los proveedores para que compartan la carga.

Según Lash, “A los compradores más grandes, como Walmart y Amazon del mundo, se les pide a los proveedores que compartan parte del dolor”. Esto significa que los compradores de estos gigantes minoristas podrían ver aumentos de precios mínimos, por ahora. Las empresas más pequeñas, que carecen del mismo poder de negociación, pueden tener problemas con este acto de equilibrio y podrían verse obligadas a traspasar los mayores costos o absorberlos ellas mismas; ambos escenarios, en última instancia, perjudican sus resultados.

Una tregua temporal: la inevitable puesta al día

Si bien estas estrategias brindan un respiro temporal a los consumidores, sólo pueden retrasar lo inevitable. A medida que los aranceles continúan atravesando las cadenas de suministro globales y las reservas iniciales disminuyen, es probable que los compradores estadounidenses enfrenten aumentos de precios notables en 2026 y más allá. Lash advierte: “A medida que el impacto total de los aranceles se extiende a lo largo de la cadena de suministro, el resultado neto es claro: los consumidores pagarán más por los bienes y las ganancias de las empresas se erosionarán”.

Reconoce que el gasto de los consumidores se ha mantenido sorprendentemente resistente y que el mercado de valores sigue prosperando a pesar de las incertidumbres económicas. Sin embargo, Lash advierte que la presión adicional de los aranceles podría poner a prueba esta resiliencia. Las consecuencias a largo plazo de estas políticas comerciales siguen sin estar claras, pero cada vez es más evidente que nadie sale ileso de la escalada de la guerra arancelaria.